Esa mañana del once de junio, ¿te acuerdas?, un vecino tuyo me preguntaba
si yo era la sombra que solía acompañar a Caro, cuando tú no estabas.
Y era verdad. A veces lo paseábamos por la avenida del Cid o el Barrio de la Luz.
Bueno, nos paseaba él, a diez, quince o veinte metros por delante,
mientras marcaba su territorio en un seto o perseguía un culo,
o un par de huevos, él sabrá, a distancia de nosotros, meros espectadores.
A veces se perdía o se escondía detrás de una palmera o un castañar de la india
y nos costaba volver a encontrarlo, antes de que se metiera en esos líos
en los que no sabíamos si él entraba o era simple mirón de lo que provocaba.
Así era tu perro, un espectador de altercados que promovía sin querer.
Un día te contamos, Rosa y yo, que se nos había escapado,
huyendo, perseguido por esos dos gatos salvajes de la panadería del barrio.
Nunca he visto otro perro perseguido por gatos. Pero así era él.
Un chino, independiente, susurrando los mantras sin enterarse.
No hace mucho, ya lo sabes, los dos os habéis perdido,
espero que tras una palmera u otro seto de la Avenida del Cid.
Estoy seguro de que cuando menos lo esperéis o lo espere yo,
os encontraré, a él olisqueando un seto o una esquina y a ti sonriendo como acostumbras.
Y recordaremos a Cantinflas diciendo eso de Billy que te pones nervioso,
mientras Caro vuelve a irse diez, quince o veinte metros, para marcar el territorio.
NOTA: Un beso muy fuerte a Eli. Recuerda lo que os conté esta mañana que decía un programa de la 2 (esa cadena que no ve nadie), Redes, ... según los científicos tu tía está esperándonos en otro universo paralelo.
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